jueves, 24 de octubre de 2013

Historia Faerorne.


Faerorne, reino de lobos. 

Su origen se remonta varios siglos atrás, cuando la luna
llena bañaba los bosques helados del Norte de Nifelheim. Los primeros hombres salvajes se asentaron en estas
tierras proclamándolas suyas. Aún en plena noche, uno de los jóvenes salvajes,
llamado Namüell, se desveló a causa de unos aullidos que procedían del interior
del bosque. Este, que quería demostrar que era igual de valiente que los demás
jóvenes de la tribu, se llenó de valor y se adentró en el bosque con sus armas.


El frío había helado cada
centímetro de vegetación que aún quedaba en aquel bosque y la nieve cubría toda
la superficie, por lo que era difícil moverse por allí. Aquello no fue
impedimento para Namüell, quien seguía cautelosamente los aullidos. Estos le
llevaron a un claro donde asombrosamente no había nada ni nadie. Di varias
vueltas sobre sí mismo intentando descubrir dónde se había metido el lobo pero
no logró ver nada, ni si quiera oírlo. El silencio reinaba ahora en el bosque.
Cuando el frío estaba a punto de apoderarse de él consiguió visualizar una
figura al comienzo del claro. Era una mujer cuya piel era igual de blanca que
la nieve y resplandecía ante la luz de la luna, iba ataviada de pieles de lobo
blanco y el cabello blanco le caía despeinado hasta las rodillas. Desde un
primer momento el joven se quedó prendado de aquella dama, que, sin duda
alguna, vestía muy diferente a él. No fue difícil caer bajo su embrujo y en
poco tiempo la luna fue testigo de lo que sucedió aquella noche. 

A la mañana siguiente,
Namüell se despertó en el mismo claro del boque, tapado con las pieles de lobo
que le ofrecían una prueba de que lo que sucedió aquella noche fue real. Así
pasaron días, semanas, incluso meses. Nueve meses para ser exactos y él no
volvió a saber nada de esa mujer, aunque siempre conservó aquellas pieles. 

Una noche, cuando la luna
llena se alzaba en lo alto del cielo, una de las viejas de la tribu, mediante
un ritual recibió un mensaje de los antiguos dioses. Estos le decían que esa
misma noche caería de los cielos un hijo de los dioses, quien levantaría con
ayuda de ellos un pueblo donde pudiesen vivir y ver crecer a sus hijos y
nietos. Se convertiría en su rey y recibiría el apellido de su padre mortal. Cuando
la vieja calló, aún sus ojos seguían en blanco y su dedo índice apuntó a
Namüell, seguidamente dio un último mensaje ‘La luna es testigo de tu fruto,
adéntrate en el bosque y álzale sobre los demás como vuestro futuro rey’.

Incrédulo ante las
palabras de los dioses se negó a hacer tal obra. Aquel niño no podía ser su
hijo, y menos ser fruto de dioses. ¿Quién era esa mujer? A la mañana siguiente,
un aullido despertó a la tribu y seguidamente el llanto de un niño rompió en el
interior del bosque. El jefe junto a sus hombre fue a buscarlo, viendo que el
mensaje de los dioses se había cumplido. Namüell, desistiendo de los dioses,
había llevado su corta vida a la muerte, pues a la vez que el aullido despertó
a los demás, a él le sumió en un sueño profundo, para siempre.

Y así es como el bebé
encontrado recibió el nombre de su padre, Namüell I Wolfgang, y se convirtió en
el líder y rey de los salvajes Norteños. Edificó la actual Faerorne y recibió
el nombre de ‘Rey de los Lobos, hijo de los dioses’.

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